Se cuenta que el milagro que dio origen a esta leyenda ocurrió durante la reconquista, época en la que, con bastante frecuencia, escaseaban los víveres y las materias primas esenciales para la vida.

La ermita de Trévago, donde se venera a la Virgen del Río Manzano, era atendida por un ermitaño que cuidaba, entre otras cosas, de las lámparas de aceite que alumbraban permanentemente a la Virgen, desde la fundación de la ermita. Durante un período de especial penuria la falta de provisiones fue tan grande que no hubo aceite con el que mantener las lámparas encendidas. Los vecinos del pueblo suplicaron a la Virgen que remediara su precaria situación, pero, sobretodo, aunque ellos pasaran privaciones, que les permitiera obtener el aceite necesario para seguir alumbrando su casa-ermita.

Fueron tan sinceras y fervorosas las súplicas de los trebagueses que la Virgen, dando muestras de su poder, hizo que en unas risqueras situadas a unos doscientos metros de la ermita brotara milagrosamente un gran chorro de aceite. Asimismo, hizo saber al pueblo, por conducto del ermitaño a quien se apareció en sueños, que ese aceite sólo manaría con la condición de que se usara, exclusivamente, para las lámparas que día y noche iluminaban su ermita.

El mandato de la Virgen fue cumplido durante muchos años, transmitiéndose de generación en generación la devoción por aquella fuente de aceite. Por mucho tiempo también, se sucedieron ermitaños que respetaron escrupulosamente las normas que les legaba la tradición.

Sin embargo, un buen día, y ante al asombro de los habitantes del pueblo, el manantial apareció completamente seco. De momento, nadie supo explicarse el porqué de semejante suceso, hasta que, después de muchas averiguaciones, se supo que el santero había hecho mal uso de ese precioso aceite, y había dispuesto de cierta cantidad con el fin de lucrarse. Se dice que, una vez descubierto, el avergonzado ermitaño se retiró a uno de los conventos de las montañas vecinas para hacer penitencia y expiar su culpa. Actualmente, según señala la tradición, aún se ve el lugar preciso donde manaba el aceite. Incluso, con un poco de fantasía, algunos observadores descubren en la distinta coloración de la piedra huellas del regacho de aceite.

En relación con esta leyenda es curioso reseñar que en el n° 3 de la colección "Casos y Cosas de Soria", editada por la Asociación Cultural Soria Edita, Esther Vallejo de Miguel relata la leyenda de "La Fuente del Aceite" de la ermita de la Virgen del Espino, situada en el paraje denominado el Casalón de la Virgen, término municipal de Oncala. Esta leyenda es en todo igual a la de Trébago: la fuente de aceite manando de unas peñas para el alumbrado de la Virgen, que se seca por el mal uso que de ella hizo el santero (santera, en el caso de Oncala).

También en Soria capital existe una leyenda similar, que se ubica en la ermita de San Saturio, donde hay una cueva que sirvió de eremitorio al santo y a su discípulo San Prudencio.



 


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